Monasterio Albertiniano Inmaculada Concepción de María
Santa Misa
Los monjes nacimos del corazón eucarístico de Madre Albertina. El amor de la Madre por la Eucaristía nos dio a luz en la Iglesia; en efecto, la celebración de la Eucaristía es el “pondus” en la vida del monasterio. El Misterio Eucarístico lo vivimos desde la tradición de Pablo y de los sinópticos que nos transmiten la memoria cultual a través de las palabras de la Institución. Por la memoria cultual asistimos al evento salvífico que aconteció en la última cena, para establecer una relación de koinonía con la Presencia Real de Cristo. La tradición joánica nos transmite la memoria existencial a través del gesto del lavatorio de los pies. Por la memoria existencial establecemos una relación de koinonía entre nosotros. De tal manera, que la fuente de la fraternidad monástica es nuestra koinonía con Cristo. Así, la Eucaristía hace a la Iglesia y “sólo si reconocemos a Cristo en la Eucaristía lo reconoceremos en los pobres”. La adoración eucarística hunde sus raíces en ambas memorias que son dos dimensiones de una misma realidad: el sacramento eucarístico. Además, para Nuestro Padre San Agustín, el “pondus” monástico se decide en el binomio Eucaristía-comunidad, por las mismas razones antes dichas: el que reconoce a Cristo en la Eucaristía lo reconoce en el hermano. (Directorio 68)


